lunes, 7 de septiembre de 2009

La sonrisa de Roberto

El Bisturí. Por Manolo Martínez.
martinezmanolo63@hotmail.com
Tiene Canal Sur una sonrisa pegada a un hombre. La sonrisa con hombre se llama Roberto. Roberto nos enseña su magnífica dentadura de punta a punta: paletas, incisivos, caninos, premolares, molares y muelas de juicio, con su perenne sonrisa, mientras presenta Salud al Día. Que no digo yo que sonreír ante las cámaras este mal, al contrario, de seguro que es una premisa básica para que la clientela te atienda, pero de una sonrisa de presentación a que la sonrisa se convierta en la protagonista del programa, va un trecho. Da igual que Roberto nos hable de la diabetes, del colesterol, del último disco de Silvia Pantoja o de que el hay que desayunar tostá con aceite, el tío se ríe a todas horas. Un poquito de pluralidad gestual, Ro, que tó jarta. El jamón está muy bueno, pero si me das todos los días jamón, enloquezco por un guiso de papas. Menos mal, Roberto, que no pasaste ninguna noche en la abadía de El Nombre de la Rosa porque, de haber sido así, te aseguro que, Jorge, el monje asesino, te hubiese arrojado por una de sus ventanas al vacío, o habría ahogado tu blanca risita en una de las tinajas llenas de sangre de cerdo donde aparecían los finados de la historia de Umberto Eco. Jorge era un pertinaz enemigo de la risa, considerándola como un atributo propio de la gente estúpida, llegando a aseverar en su fanatismo, que Jesucristo jamás se rió. Hombre tampoco es eso, Jorge. Ni don Juan ni ruanillo, ni Roberto, ni Jorge. En el punto medio está la sabiduría. Una cosita como…Iñaki Gabilondo, que sabe adecuar la musculatura de su cara al contexto del texto.
Hay estudios que revelan que los músculos faciales que intervienen en una sonrisa falsa, difieren de los que se accionan en una sonrisa franca. Los ojos, parece ser, son unos de los mejores delatores en esta criba risueña. Además, Roberto, debe ser agotador. Te imagino por las noches, quitándote los pantalones, la corbata, la camisa, la sonrisa…Por cierto, ¿donde la guardas?. ¿ la metes en una vasito con agua, como las dentaduras postizas?, ¿ o son desechables como los tampax ?
No sé por qué, me ronda la cabeza la letra de una hermosa soleá de nuestro poeta Jose Luís Blanco:
“ Era tanto mi alegría / que cuando se vino abajo / no resistí la caía “
Pues eso, Roberto, un poquito de mesura.

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