Doctor en Historia.
No tenemos constancia documental de su nacimiento. Publio Hurtado, lo hace natural de Alcántara, basándose en dos argumentos poco consistentes: uno, en la existencia del apellido Villarroel en esta localidad cacereña. Y dos, en su supuesta marcha al Nuevo Mundo, en 1502, en la flota de frey Nicolás de Ovando, en la que viajaron numerosos extremeños. Sin embargo, y a falta de fuentes documentales, las referencias que poseemos de los cronistas no apuntan a un origen extremeño sino andaluz. Mientras Pedro Cieza de León lo cita solamente como un “español llamado Villarroel”, Nicolás de Martínez Arzáns y Vela, se mostró bastante más preciso al decir que "era este capitán de los nobles de Andalucía, natural de la ciudad de Carmona, y uno de los pacificadores de la provincia de Charcas".
El carmonense se asentó a su llegada a La Española en la villa de Salvaleón de Higüey, donde formó parte de la élite, recibiendo, en el repartimiento general de 1505, una modesta encomienda de indios. Sin embargo, como tantos otros españoles, al no ver cumplidas sus expectativas económicas decidió marchar de la isla a la primera oportunidad. Por ello, en 1511 no dudó en enrolarse en la expedición que llevó el adelantado Diego Velázquez a la vecina isla de Cuba.
En esta otra isla antillana tampoco parece que destacara, por lo que volvió a salir de la misma, dirigiéndose en esta ocasión al área andina. Según algunos cronistas participó activamente en la conquista de la zona de Charcas, actualmente perteneciente a Bolivia. Una vez sometido el territorio se asentó en el mismo, recibiendo, en compensación por sus servicios una encomienda de indios. Sin embargo, la fortuna le llegó de casualidad. Un indio suyo descubrió las célebres minas del Potosí, fundando posteriormente la villa del mismo nombre. Según la tradición, Villarroel tenía un indio, llamado Gualpa, que cuidadaza de sus ganados en el cerro que los nativos llamaban de Potosí. Un día se le hizo tarde y decidió quedarse y pernoctar en el cerro. Como hacía frío, recogió pastó e hizo una hoguera para calentarse. Al día siguiente, pudo ver con sorpresa, una mancha blanca, que resultó ser plata fundida. Al principio no dijo nada a nadie y se benefició él de su hallazgo. Pero, como no podía ser de otra forma, el carmonense notó el cambio. Interrogado por su señor, terminó confesando. Corría el mes de abril de 1544. El descubrimiento del Cerro Rico de Potosí, yacimiento argentífero desconocido por los Incas, se convirtió en el mayor hallazgo minero de todo el Nuevo Mundo. El carmonense se aprovechó de la situación, enriqueciéndose rápidamente. En 1547 Juan de Villarroel obtuvo la confirmación del Título de descubridor del Cerro y fundador de la Villa Imperial de Potosí, así como un escudo de armas para ella. Se convirtió en el primer gobernador de ella. En breve tiempo fue tanta gente a sacar plata que, como decía Cieza de León, “parecía aquel sitio una gran ciudad”.
Pudo haber vivido dignamente, como gobernador y con las rentas que le reportaba su explotación minera pero, como tantos otros conquistadores, su inquietud por ganar más honra y riquezas le superó. Teniendo ya más de 50 años participó en las guerras civiles del Perú que enfrentaron a las tropas leales del virrey Pedro de La Gasca contra el insurrecto Gonzalo Pizarro. Aunque luchó en el bando vencedor, el del virrey, resultó gravemente herido, a principios de 1548, concretamente en la batalla de Xaquixahuana. Afortunadamente se recuperó, pero sorprendentemente decidió alistarse en otra nueva aventura. Ni más ni menos que en la arriesgada expedición que, en 1549, llevó el desventurado Pedro de Valdivia a Chile. La resistencia de los araucanos fue mucho mayor de lo esperado. En 1553, estando en el fuerte de Tucapel, fundado por el propio Valdivia, fueron atacados por los indios, liderados por Lautaro. Los hermanos Juan y Andrés de Villarroel perdieron la vida, junto al resto del contingente español que lo defendía. El luctuoso suceso ocurrió el día de Navidad de 1553.
Desconocemos si dejó descendencia. El 14 de mayo de 1588 un tal Cristóbal de Villarroel declinó el cargo de alcalde del crimen en la audiencia de Lima. Nada tendría de particular que tuviese algún parentesco con el carmonense, extremo que, sin embargo, no hemos podido verificar.
Nicolás de Martínez Arzáns y Vela escribió más de dos siglos después de que muriera Juan de Villarroel. No sirve como fuente histórica, a lo sumo como cita de autoridad. En este caso, discutible. Hay que ser menos patriotero y más historiador.
ResponderEliminarLos historiadores siempre se basan en fuentes. Incluso el que escriba en un documento sobre un hecho histórico, aún siendo contemporáneo, hay que poner en cuarenta su información, porque la objetividad es muy complicada de conseguir. No creo que aquí tenga algo que ver el patriotismo, el historiador se posiciona y apuesta por una información que ha contrastado.
ResponderEliminarInteresante artículo Esteban. Gracias.
Aunque parezca un galimatías: el interés histórico de las fuentes históricas radica, precisamente, en que no nazcan para la historia, sino para otro fin. Por ejemplo, el interés histórico de cualquier documento está en que nace para la administración de un asunto o negocio, sea público o privado, y luego lo utiliza la historia.
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