Escrito por Alberto Montero Soler (La Otra Economía / Revista El Observador).
http://www.albertomontero.com/
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Mucho se ha hablado de la necesidad de un cambio en el modelo productivo de la economía española. Sin embargo, no ha sido hasta ahora, sumidos en una crisis casi sin precedentes que ha acabado por enfrentarnos a las miserias del actual patrón de acumulación, cuando lo que era evidente para algunos economistas -cuyas advertencias recibían a partes iguales indiferencia y desprecio- se ha revelado como necesario e impostergable hasta para nuestros gobernantes.
La última de las polémicas al respecto fue la que se produjo a mediados de mayo en sede parlamentaria con ocasión del debate sobre el Estado de la Nación. Un debate en el que la discusión sobre el estado de cosas actual, sus causas y responsables fue sustituida por una huída hacia delante por parte del presidente del Gobierno ofreciéndonos como placebo para superar la crisis la apuesta por un nuevo modelo productivo. Una apuesta que llega tarde porque tenía que haber sido realizada mucho tiempo atrás, cuando los desequilibrios de nuestra economía imponían un viraje en el patrón de crecimiento y todavía existían márgenes para un aterrizaje suave y no para esta caída en picado en la que nos encontramos.
Pero, está bien, asumamos que no podemos volver atrás (algo más que evidente desde los tiempos de Parménides) y que es necesario un cambio de modelo productivo (algo también más que evidente desde que la crisis estalló y se cerraron todas las posibilidades de seguir engañándonos nosotros mismos con las bondades ad eternum del milagro económico español).
En ese caso, hay una premisa que resulta básica para que las declaraciones al efecto revistan visos de credibilidad y no se entiendan como mera retórica voluntarista. Y es que un cambio de modelo productivo no es algo que se diseña a golpe de medidas coyunturales que, en su conjunto o aisladamente, carecen de horizonte estratégico.
A estas alturas, creo que cualquiera que siguiera mínimamente el referido debate debe intuir a qué me estoy refiriendo. Y es que hay que tener muy poco sentido de Estado y mucha voluntad de obtener rédito político a muy corto plazo para acudir a ese debate con una batería de propuestas de lo más heterogénea y desestructurada y vender que se tratan de las bases sobre las que se asentará un nuevo modelo productivo. Un nuevo modelo del que, en el mejor de los casos, sólo se ofrecen grandes líneas que se mantienen en el ámbito de las palabras biensonantes a las que es casi imposible oponerse por principio, ya que entran en el decálogo de lo políticamente correcto tanto para la derecha como para la izquierda, pero que se encuentran vacías de contenido operativo concreto.
Es más, hay que nadar a partes iguales entre la soberbia y la estulticia para pensar que un cambio de patrón productivo se consigue con unas pocas medidas deshilvanadas y sin lograr, previamente, el concierto y el compromiso de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales del Estado en torno a las líneas directrices de ese nuevo patrón económico y a la forma de implementarlo.
Así, imagino que como muchos otros ciudadanos tuve que asistir atónito a un debate en el que la grandilocuencia retórica cuando se hablaba del nuevo modelo productivo contrastaba agudamente con la pequeñez de las medidas sobre las que pretendía construirse. Desconcierto que aumentaba cuando dichas medidas iban manifiestamente en contra de aquél (si es que se puede ir en contra de algo que no se ha definido, claro está) o reforzaban algunos de los sectores que han apuntalado el actual patrón de crecimiento en crisis, el mismo que se pretende superar. Como si la realidad pudiera transformarse a golpe de voluntarismo desorientado e improvisación efectista.
¿Con estas alforjas pretenden emprender tan largo viaje?
Si no me creen, basta con realizar un sintético repaso de las medidas planteadas por el presidente del Gobierno. Éstas pueden agruparse en cinco grupos, estando unas orientadas a enfrentar la crisis y otras a sentar las bases del nuevo patrón productivo o, al menos, así se anunciaron.
En primer lugar, el presidente nos sorprendió con el anuncio de una vuelta de tuerca más en la política de contención fiscal mediante un recorte de 1.000 millones de euros en el presupuesto que viene a sumarse al que ya anunció por importe de 1.500 millones en febrero.
Así, en una fase profundamente contractiva del ciclo, con la actividad productiva en mínimos históricos, un crecimiento disparado del número de desempleados y, por lo tanto, con la consiguiente contracción de los niveles de demanda agregada, el gobierno decide retraer su participación en el estímulo de la economía por esa vía. Todo un acierto (y entiéndaseme bien el tono irónico).
Eso sí, haciendo gala de un profundo conocimiento de la lógica que domina la ley del embudo, ese mismo gobierno no duda en reclamar de los ciudadanos que ellos sí mantengan sus niveles de consumo; que no duden en endeudarse si fuera necesario y encontraran un banco dispuesto a financiarlos; alentándolos a asumir que su responsabilidad social en la búsqueda de una salida a esta crisis pasa por rehuir la prudencia y entregarse al despilfarro: que si tienen un coche, que lo cambien; que si no tienen vivienda, que la compren; que si no tienen confianza en el gobierno, que la generen a pesar de todas las pruebas en contra que nos ofrece.
Pero no sólo es eso. También la distribución del recorte en el gasto se centra en lo que cualquier ciudadano entendería que debería ser uno de los ejes básicos de transformación del modelo productivo nacional: la innovación y la investigación. Y así, en todo un derroche de coherencia, el presupuesto ministerial más afectado es, precisamente, el del Ministerio de Ciencia e Innovación que se ve reducido en casi 300 millones de euros, el 30% del ajuste presupuestario total.
Y ello al mismo tiempo que la orientación del gasto público extraordinario frente a la crisis se orienta hacia una industria que tanto contribuye a la sostenibilidad como es la del automóvil, anunciando ayudas que deben financiar parcialmente las Comunidades Autónomas sin haberlo acordado previamente con ellas. La imagen, por tanto, no sólo era de acierto, también de coordinación.
Frente a estas medidas queda fuera de discusión, por ejemplo, la posibilidad de extender la duración del periodo de percepción de prestaciones de desempleo. En esa materia, y en el mejor de los casos, lo máximo que llega a plantearse es que aquellos desempleados que hayan agotado sus prestaciones pasen a un régimen excepcional de carácter no contributivo y más cercano al ámbito de la caridad que al de los derechos sociales. A ver cómo se les explica a éstos la importancia que tiene para la revitalización de la economía las ayudas que se les conceden a los que aún pueden plantearse cambiar de automóvil mientras ellos luchan día a día por la subsistencia.
Más de lo mismo
Así, una vez que se desmenuzan las medidas con las que el gobierno dice que va a orientar el tránsito hacia un nuevo modelo productivo, nos encontramos con que predomina la retórica voluntarista frente a la planificación estratégica; la búsqueda del rédito político cortoplacista frente a la responsabilidad exigible al estadista que asume tan costosa empresa; el efectismo mediático frente a la reflexión reposada.
Si esos elementos se unen a la incapacidad manifiesta que ha demostrado este gobierno para gestionar la crisis actual desde sus mismos inicios, la resultante no puede ser más que la desconfianza en su capacidad para entender lo que nos estamos jugando en este momento y presentar un proyecto creíble y viable de transformación del modelo de crecimiento de la economía española.
Y es que en tanto no se conozca hacia dónde pretenden llevar a la economía española -más allá de las meras enunciaciones vacías de contenido-, y cómo pretenden hacerlo -presentando para ello un plan estructurado, con medidas tanto de corto plazo como de más largo recorrido pero todas ellas dotadas de una mínima coherencia interna y de un horizonte común-, todo lo demás son brindis al sol, al menos en lo que al nuevo modelo económico se refiere. Que alce la copa quien quiera; yo no me sumo a la fiesta.
Alberto Montero Soler es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (amontero@uma.es) y puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
Magnífico artículo que deberían leer, si no estudiar, más de un iluso que se deja llevar por las falsas y cínicas consignas de optimismo dictadas por los gerifaltes de un partido que tiene la desfachatez de llamarse socialista. Aquí se cumple plenamente el refran "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda"
ResponderEliminarEso del "nuevo modelo productivo" no tenemos ni idea a que se refiere. Lo que si tenemos clarísimo es que la Constitución (art 128 y 131, rogamos se molesten en leerlos) permiten al Gobierno actuar en función de lo que entiende "el interés general" (Que para eso se hizo en tiempos de Breznez) y lo que tenemos aún mas claro es lo que Franco decia a los españoles "Trabajad, trabajad" para años después González decir desde la misma óptica "españoles producid producid. Igualmente nos llama la atención que desde chico nos estan diciendo eso de "apretarse el cinturon" y ahora esta gente en tiempos de pobreza manifiesta (nunca hemos salido de ella) nos dice lo contrario. ¿Que es un nuevo modelo productivo y como se hace en tiempos de la "multieconomia"? Confiscar bienes?, subir los impuestos? ¿Por qué se le ha dado dinero a la Banca? Y mas que a la banca en realidad a las Cajas que son en definitiva del Estado via Autonomias. Si la patronal propone ya por las claras bajar los sueldos en función de deflación, si el gobierno amplia las prestaciones del paro y la gente no entiende que no hay mas libertad que la que proporciona un trabajo, pues mal andamos. No hay que cambiar el modelo productivo porque entre otras, es imposible hacerlo al menos mientras estemos en la CEE, lo que de verdad hay que cambiar es la "cultura de trabajo" o si nos apuran "la cultura del individuo en la sociedad" ademas de la eterna pregunta de "si el individuo al servicio de la sociedad o la sociedad al servicio del individuo" Total, un complicado galimatias para la inmensa mayoria del personal que aún solo está viendo la punta del iceberg. PVC
ResponderEliminar¿Quiénes se beneficiaron de la burbuja especulativa que nos ha llevado a la ruina? Los bancos (los Emilios Botines, los Francicos Gonzalez, etc.) y las inmobiliarias (los Florentinos Pérez, las Koplowitz, etc.) que todos los años anunciaban beneficios records y eran presentados como héroes por los políticos de turno.
ResponderEliminar¿Se les han pedido responsabilidades y que paguen lo que han liado? No, lo pagamos los curritos y encima quieren menos control estatal y más “flexibilidad laboral” mientras ellos siguen impunes y con sus contratos blindados.
jajajajaja, Pregunta tonta, ¿Un banco puede subastar una vivienda de VPO? ¿Quien ha de pagar la deuda, el prestador o el que pide prestado? Quien ha tenido beneficios records ¿La empresa o el empleado que exigia cobrar por encima de convenio? ¿A partir de cuanto dinero ganado se ha de pagar a Hacienda según un obrero? Lo encantador de todo esto es que los obreros de madrid que pagan una fortuna por un carnet estan encantados en tener en su equipo favorito a jugadores que literalmente se les paga su peso en oro. Obviamente los de Carmona encantados de trapichear peonadas en vez de decir "esto es una mierda".
ResponderEliminarExtracto de un artículo recientemente publicado como espuesta al anterior anónimo. A la dirección del periódico se lo he enviado completo por si tiene a bien publicarlo:
ResponderEliminar"El caso de David Taguas es paradigmático. Fue subdirector del servicio de estudios del BBVA, posición desde la que escribió a favor de la privatización progresiva de las pensiones, antes de ser nombrado director de la Oficina Económica del Presidente y asesor de Zapatero. Y lo siguió haciendo una vez ocupado este cargo, hasta el punto de que el propio Vicepresidente del Gobierno y Ministro de Economía tuvo que rectificar sus opiniones en alguna ocasión. En medio de la crisis inmobiliaria, Taguas tomó posición a favor de que el gobierno interviniese en el mercado de la vivienda, acudiendo al rescate de las inmobiliarias en apuros, y contrariando de nuevo al Ministro de Economía. ¿No tiene que ver con nada de esto su actual aterrizaje en la presidencia del lobby de las grandes empresas constructoras españolas?"
Efectivamente es una persona coherente, normal que le contrate gente privada del sector. ¿Eso es malo?
ResponderEliminar¿Coherente ser socialista y querer privatizar las pensiones para que los bancos especulen con el resultado desastroso que todos sabemos?¿o es que ser socialista es ser precisamente eso, un especulador con dinero ajeno? En la práctica así es.
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