Por PVC (Partido Virtual de Carmona)
Un soneto nos manda hacer. Violante... en la vida nos hemos visto en tal aprieto, burla, burlando estrofas van delante... Así nos sentimos en el PVC en nuestra gráfica aparición. Vaya por delante nuestro agradecimiento por la oportunidad que se nos brinda de entrar en la bibliografía carmonera, esperando cumplir con estar a la altura de otros teclados (ya lo de plumas, creemos, pasó a la historia), una vez superados los oportunos protocolos de calidad. Aquí, tal como decía el Emperador, no escribe cualquiera. Ni patanes, ni charlines, ni aficionados de media “tinta”.
El tema que se nos encarga no es de politiqueo, ni social, ni de “dimes y diretes”, sino el peor de todos, el que ya está más que trillado, el comentar sobre la monumentalidad de una ciudad de cinco mil años de subsistencia. Entiendan vuestras mercedes la dificultad y el arrojo del asunto. Pero, cual el monstruo de la naturaleza y el soneto que principia nuestro articulillo, de Lope de Vega, no de Damián López de Vega, ni de los Lasso de la Vega, ambas familias bien consideradas por sus deberes con el pueblo llano..., le hemos encargado al escribiente del PVC nos manuscriba una charla cualquiera de las que hemos tenido referente al patriochauvinismo monumental de Carmona. Esto así, ha elegido una discusión cubatoviernera que mantuvimos sobre la evolución artisticomonumental y la compatibilidad sostenible de las rotondas de esta nuestra ciudad.
Debatíamos ese día sobre la dificultad a estas alturas de la Historia de la posibilidad de agregar al patrimonio local algún nuevo monumento y/o edificio que pudiera rivalizar con los existentes. Todos coincidimos que para ello harían falta una serie de requisitos que en estas épocas son inalcanzables. Ni se dispone de partida presupuestaria, ni los trabajadores del PER están capacitados para algo más que no sea empedrar una calle, ni los artistas locales, la mayor parte de ellos autodidactas y por tanto de sospechosa genialidad, salvo honrosas excepciones, tienen brillantez suficiente. Ni las Oficinas Técnicas disponen de grandes arquitectos que se puedan dedicar, por encargo de los Pretores, al diseño de obras civiles de envergadura, ni puentes, ni acueductos, ni siquiera torres de telefonía, por lo que sólo y solamente se pudieron hacer ¡rotondas! Y he aquí que ya tenemos varias, todas a las salidas o entradas de la ciudad porque de otra forma no serían rotondas sino plazas. Las tenemos biopeperas de gran y salvaje vegetación, las hay zooequinas, de trenecitos, Limancareras (siempre se están arreglando), además de alguna que otra. Dejamos aparte la rotonda de la Carmo, inmortalizada como la Sebastiana por la envidia catetera del arte del puño y la rosa y nos centramos en la que se instaló durante las últimas fiestas patronales. Apta para competir por su diseño en Europa entera, de una sencillez y funcionalidad que hace de ella la envidia del más vanguardista de los ingenieros. Nos referimos a... la rotonda de don Manué Azul Carmona, alias Enmanuelle. Obsérvenla, dense cuenta de la sencillez de sus líneas, del encaje en el entorno que la rodea. Toda ella producto del ingenio de nuestros nuevos ediles y su guardia pretoriana.
Una sutil síntesis presupuestaria, crisol de imaginación y de utilidad pública, del nuevo arte civil. Motivos por los que la hemos elegido para este artículo y así pueda pasar a la historia de cómo hay que hacer las cosas en este pueblo. La demostración de que a la obra de arte no le hace falta más adorno ni lucecita para que deslumbre nuestra vista y produzca en nuestro espíritu un “¡oh!” de asombro.
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