Hoy me he llevado una grata sorpresa al abrir la puerta de casa. Esperaba desde hace un par de días la llegada del tío del butano, y como su llamada viene siempre precedida del infernal ruido de las bombonas, me he anticipado al portal para acelerar el pedido y reducir el tiempo de carga y descarga. Los tíos del butano (mejor que butaneros) que pasaron por mi domicilio en tiempos no muy pretéritos fueron: Nicolás “El de las bombonas”, Joaquín “El indio del Cerezo” (q.e.p.d.), y Manolito “El de Zayas”; un trío de alumnos procedentes del parvulario de don Segismundo Colito. Y por ponerles adjetivos de buena gente, que no quede: serviciales, amables, trabajadores, emprendedores, cabales…
El tío del butano de hoy, me ha sorprendido de lleno. Como a cualquiera que de pronto se encuentra de frente, nada más abrir la puerta, con un fornido joven, estilo Cassius Clay o Muhammad Ali (por este orden), más negro que la noche, que el azabache o que el sobaco de un grillo (elijan sin racismo alguno). Vamos, que no tenía pinta de norteafricano español ni descendiente próximo de regulares de Melilla. Tras la impresión, llegó la serenidad, el intercambio comercial, y cómo no, la primera familiaridad que se ofrece: la propina de unos céntimos de euros… y tras ella, la enorme sonrisa de oreja a oreja. En esto de las propinas no hay distinción de razas; la pela es la pela, lo mismo para el que nació en el Postigo o en Kenia.
Pues sí señores, de Kenia es mi nuevo repartidor de butano. Concretamente del pueblo de Machakos, que cuenta con una población de 31.971 habitantes, muy similar al censo de Carmona, y está situado a 63 kilómetros de Nairobi capital. Me alegra que el tío del butano de mi distrito sea keniata, y trabaje con las bombonas, que los de por aquí no quieren ni verlas ni con pintura naranja (color butano) ni sin ella. Me alegro que esté con nosotros porque, mirando en el Google Maps dónde y cómo está Machakos, la supervivencia por allí dura lo que una botella de “Machaquito” en la sierra norte, (ese aguardiente de matalauva que pugna en las estanterías tabernarias con nuestro anís “Los Hermanos”). Me alegro de que llegue a Carmona gente con ganas de trabajar y tenga la suerte de encontrar faena, pues la cosa está chunga, desde Azanaque al Palomar.
Pero sobre todo, este joven tío del butano me ha levantado la moral al recordarme a tantos y tantos extranjeros que vinieron a defender las libertades en España, simplemente por solidaridad democrática cuando hacía falta. Brigadistas de color negro, anónimos; más negros que el tizón de la carbonería de la madre Rosario. Brigadistas blancos, tan célebres como Ralp Fox y John Cornford y tan blancos como el pan candeal de la calle Antón Gutiérrez. Jóvenes de todas las partes del mundo que tuvieron a nuestro país como punto de mira para alcanzar la gloria con el esfuerzo compartido junto a los españoles. Muchos tuvieron la suerte de volver a sus naciones de origen, otros cayeron por la gloria de los ideales y quedaron bajo nuestro suelo desde el Jarama a Lopera.
El keniata de las bombonas me ha hecho recordar que para conseguir la orilla de la libertad siguen cayendo otros muchos compañeros de color, ahora bajo las aguas del Atlántico y del Estrecho, desde la costa de Lanzarote a las playas de Tarifa. La llamada de la libertad, de la justicia y de la solidaridad no entiende de color de piel, ni de pasaporte, ni de banderas. Cosas del destino, keniata universal. Ayer os abrazaba la tricolor, hoy te ampara la roja y gualda. Que tengas siempre la suerte de que España te siga acogiendo con los brazos abiertos. Hasta el próximo aviso.
Mal asunto ese del "negrito" butanero... ya antes mas de uno se mosqueaba con eso de "dejamela aquí que mi marido después me la mete mas adentro..." ¡
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